Para Katja Flint, actuar en comedias supone un reto especial, ya que en su opinión solo son buenas cuando hay detrás un guión excelente. Además, siempre se trata de intentar acertar con las gracias. Quiere evitar a toda costa que la encasillen como actriz, aunque le han ofrecido infinidad de papeles en los que debía dar vida a mujeres elegantes con ropa cara, casa y coches de lujo. No obstante, ella se esfuerza por conservar su capacidad de adaptación. Ibiza Style mantuvo un diálogo con esta actriz de 49 años sobre sus proyectos y los recuerdos que despierta en ella la isla blanca.

IBIZASTYLE_KATJAFLINT-006Katja Flint deja vagar la mirada en la lejanía y da marcha atrás en el tiempo nada menos que 34 años. Cuando tenía 15 años estuvo por primera vez en Ibiza con los padres de una amiga. «Me acuerdo de un bar del puerto antiguo que se llamaba El Rubio y que era propiedad de un alemán. La novia del dueño era una rubia despampanante, y siempre nos echaba diciendo “mañana más”. A menudo los enterábamos que los demás iban luego a Pachá, pero nosotras no teníamos la edad suficiente. Aquello no podía quedar así, naturalmente… Entonces nos hicimos un juramento: “Cuando cumplamos los 18, nos vamos a Pachá”. Bueno, el Pachá no deja de ser un clásico…», comenta con satisfacción y nos relata las penurias que pasaban sus padres para sacar a la Katja adolescente de la calle, porque «en realidad era la novia de un motero y prefería andar por ahí con él y sus amigos antes que moverme en círculos más selectos». Tuvo que inscribirse en el club de golf Hannover, donde conoció a una amiga cuyos padres tenían una casa en Roca Llisa. En el club de golf Roca Llisa vivió lo que califica de «evento memorable» al bajar su tarjeta de 19 a 11. Eso la llena de orgullo aún hoy en día.

Pasó la luna de miel con Heiner Lauterbach, su marido desde 1985 hasta 2001, en la finca de su suegro en Ibiza. «Cuando mi hijo Oscar, que ahora tiene ya 21 años, no era más que un bebé de cuatro semanas, también viajamos a Ibiza. Para él fue su primer viaje. Las vacaciones en Ibiza siempre tenían un gran significado para mí», subraya. Después se pasó un período largo sin volver a Ibiza y redescubrió la isla hace unos cinco años durante un rodaje. «Descubrí una localización muy bonita que sirvió para despertar de nuevo mi antigua pasión por Ibiza», comenta resuelta. Había perdido la isla de vista durante un tiempo porque la asociaba a la imagen de la juerga y creyó que había llegado un momento en la vida en que ya no necesitaba aquello. Sin embargo, pronto le quedó claro que a cada uno le toca decidir si desea sumergirse en la vida nocturna o disfrutar la naturaleza. Como su hijo aún vivía con ella, él quedaba con amigos para salir y ella disfrutaba al máximo de la calma.

En estos momentos está preparando un guión para una película cuya historia está vinculada en un sentido amplio a la diosa ibicenca Tanit. «A diferencia de muchas otras islas del Sur, Ibiza tiene a sus espaldas una historia increíble, que supone un escenario ideal para narrar historias modernas. Me ronda la idea de un thriller de misterio que se desarrolla en invierno y en el que existe una relación entre la protagonista y la diosa Tanit», comenta Katja Flint. Para ello me han servido como modelo películas como Amenaza en la sombra, con Julie Christie, ya que en este caso se trata de un thriller místico que aborda también lo sobrenatural. Su deseo es filmar una película de carácter similar, pero hasta ahora no ha encontrado el autor adecuado.

La telecomedia del director Stephan Wagner «Mütter, Väter, Kinder», estuvo nominada en esta edición para el premio Grimme, que se entregó el 3 de abril en Marl, Westfalia. Katja Flint da vida en ella a Gisela, que siempre quiere que la llamen «Ginger». ¿Qué fue lo que la cautivó de ese papel?

«Yo me imaginé los caracteres de los principales personajes de esta historia y Oscar se inventó el nombre de Ginger», relata la actriz, «tenía muchas ganas de hacer esta Ginger hippy e inadaptada, ya que eso también me permitía ir un poco en contra de mi imagen de aquella época como rubia de lujo y luchar contra ese estereotipo». También me gusta interpretar mujeres normales, como la entrenadora de balonmano y madre de dos hijos en «Der verlorene Sohn» (El hijo pródigo) (recién galardonada como mejor producción televisiva 2008-2009 en el festival de cine de Múnich). Uno de sus hijos está bajo sospecha de terrorismo y su vida cada vez está más próxima a descarrilar…

Pero volviendo al tema de Ibiza, el papel de Gisela encaja a la perfección. Representa con pasión desbordante la mentalidad hippy. Ni rastro de ambición o aspiraciones en la carrera. Solo quiere vivir la vida y disfrutarla. Esto se opone frontalmente a los principios de una sociedad donde solo prima el rendimiento, algo que tan bien se conoce en Alemania. Cuando aparece algún síntoma de estrés, ella se dice: «¡Venga! ¡Vámonos a Ibiza!».

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