Exterior. Cuatro de la madrugada. Rodaje de una película. Todo nevado, carretera helada. Un coche debe frenar en seco en la marca. Nadie lo consigue. Todos están congelados y muy cansados. Un joven del departamento de arte levanta la mano, está seguro de que puede hacerlo. Lo intenta y lo clava a la primera. Y ese instante lo cambia todo. Así empezó Antonio Lemos una carrera como especialista de cine que le ha llevado a rodar más de 30 películas con directores como Pedro Almodóvar, Milos Forman, Paul Greengrass o Ridley Scott, series de TV y más de 150 anuncios publicitarios. Una historia de riesgo, precisión, escenarios imposibles y madrugadas infinitas. Una vida de película.
Su historia comienza en Galicia, donde empezó corriendo rallys en plan amateur por puro amor al volante. Más tarde, con una mochila y una moto, se plantó en Madrid justo cuando nacían las televisiones privadas, “iba a pasar el fin de semana y me quedé 18 años”. Sirviendo copas, conoció a un personaje insólito (y tartamudo) que le daba la chapa cada noche y una madrugada le ofreció trabajo en una película “de Buñuel”. Pensó que estaba loco: “¡Pero si Buñuel está muerto!”, recuerda. Resultó que era el hijo del mítico director, y aquella conversación le abriría las puertas del mundo del cine como ayudante de decoración y conduciendo el camión de atrezzo. “Me fascinaba el departamento de arte, montar esos decorados maravillosos que luego en dos días se iban a la basura”.
Una fascinación que le llevaría 4 o 5 años más tarde a montar su propio taller de construcción de decorados para publicidad, ferias, series de TV…En la empresa contaban con una sección que llamaban “Montajes imposibles”, donde hicieron, por ejemplo, la presentación mundial del Peugot 307, en la que hicieron, simultáneamente sobrevolar un coche sobre la Diagonal de Barcelona con un globo aerostático, bajarlo desde el cielo en Valencia con grúas, paracaídas y F18 del ejército, flotarlo sobre las aguas del Guadalquivir en Sevilla con una balsa semisubmarina y buzos y subirlo a la cornisa del Palacio de la Ópera de La Coruña en dos ruedas, como si se fuera a caer. Un proyecto desquiciado que requirió una planificación y coordinación descomunal, “y siempre un poco de suerte”, añade. Y es que, en la vida de este gallego afincado desde hace años en Ibiza, lo imposible terminó convirtiéndose en rutina.
Antonio Lemos ha participado en películas como “Acción Mutante”, “Airbag”, “Orquesta Club Virginia”, “Carne Trémula”, “Hable con ella”, “Los abrazos rotos” … Ha rodado con Pedro Almodóvar en cinco películas (dos de ellas ganadoras del Óscar), y de cada una atesora una anécdota que parece salida del backstage más surrealista. “Almodóvar se ponía muy nervioso con cualquier escena que tuviera un mínimo de acción”, dice divertido, “yo estaba un poco de chico para todo, era su fuente de tranquilidad”. Lemos también ha trabajado en megaproducciones internacionales como “Los fantasmas de Goya”, de Milos Forman, donde se disfrazó de franciscano para lanzarse a tierra, bebé en brazos, mientras le pasaban caballos al galope por encima. “Me he roto la pelvis, el húmero, la clavícula, costillas…”, dice con naturalidad. Nunca ha tenido miedo. Solo concentración. Su precisión y su valentía, más que la técnica, según admite, fueron las llaves que le abrieron las puertas de directores legendarios. Como Ridley Scott.
Durante el rodaje de “El reino de los cielos”, se convirtió en conductor personal y guardaespaldas del director británico. “Estuve dos meses siendo su sombra, día y noche. Dormía tres horas y media, y luego se encerraba en su tráiler, que era como un cine en miniatura, a montar lo que había grabado el día anterior”. Recuerda cómo Ridley recorría el set, con más de 600 técnicos y en ocasiones hasta 10.000 extras, corrigiendo actores mientras reposicionaba un jarrón, y cómo dibujaba cada secuencia como si ya la estuviera viendo en pantalla. “Nadie rueda batallas como él”, dice Lemos, aún impresionado por este cineasta, del que guarda el mejor de los recuerdos: “Yo no he visto a nadie igual”.
Pero como en toda buena película, tras largos años saltando entre furgonetas en marcha, frenando coches en llamas o llegando a rodar una coreografía de 18 coches en un aeropuerto cerrado para “El ultimátum de Bourne”, la vida de Antonio tenía que dar un giro. Y una noche de enero, a las dos de la madrugada, llegó a Ibiza por casualidad. Venía a bordo de un ferry con un Saab descapotable de los 80 que no conseguía vender, y que cambió en el puerto de Sant Antoni por un velero antiguo de madera. No se imaginaba que ese trato acabaría cambiando su vida. Tras arreglarlo, “estaba que se caía a pedazos”, durante más de dos años vivió en ese barco, fondeando entre Espalmador, la Bahía de Sant Antoni y las Salinas, con las velas color vino tinto ondeando en solitario. “He pasado noches dando vueltas con el motor encendido, mientras la Guardia Civil quería echar a los barcos”, recuerda entre risas. Mientras vivía en el barco viajaba fuera cuando le surgían proyectos, pero como él mismo reconoce “como especialista, a los 50 años estás completamente obsoleto, en publicidad no tanto, pero en el cine…Te acabas cansando, el cuerpo te duele”. Estando en Ibiza conoció a un personaje definitivo para decidir quedarse, Óscar Ferrer, dueño de la empresa de diseño gráfico Konkordanz, “una de las mejores personas que he conocido en mi vida, fue una conexión fantástica”. Óscar le propuso hacer vídeos juntos, “me encantó el plan y fui dejando los proyectos en Madrid, funcionó muy bien”. Tristemente en 2019 Óscar sufrió un infarto repentino y poco después también falleció su hermano, pero Lemos estaba ya asentado en su casita en Cala Vadella y decidió quedarse. “Nunca olvidaré el primer invierno, después del barco, cuando encendí la chimenea mientras fuera llovía”.
Desde entonces ha seguido rodando, pero a otro ritmo, participando en “White Island”, de Ben Turner, en alguna serie internacional y, más recientemente, como director de arte en cortos locales como “Soc Maricó” y “Boca a boca”. Ahora colabora con artistas como Adrián Cardona, hace bancos de madera con troncos traídos por el mar, graba vídeos, pinta. “Cuando has hecho casi todo, buscas otras cosas. Ibiza me las dio”.
No hay en Antonio Lemos ni rastro de pose. Solo vida, una vida marcada por la búsqueda constante de nuevos retos y la capacidad de reinventarse, experiencias increíbles y mucho sentido del humor. Especialista de cine, constructor de decorados, coreógrafo de acción, conductor de precisión, invitado en el cumpleaños de Orlando Bloom, navegante, artista, monitor de circuitos deportivos… Ha vivido el cine desde dentro, cada segundo al máximo y tiene un millón de historias que contar. Dice que los jóvenes especialistas de ahora lo ven como un dinosaurio. Pero él sonríe. Porque sabe que su historia no cabe en una sola película.