Katie White y su compañero sentimental Jules De Martino, el famoso dúo conocido como “The Ting Tings”, disfrutan ahora recogiendo papayas en su jardín de Ibiza tanto como antes de sus éxitos en las listas de ventas británicas. Su sencillo revelación, “That’s Not My Name”, vendió más de un millón de copias y alcanzó el número 1 en 2008, impulsado a nivel mundial por su aparición en el icónico anuncio del iPod de Apple de mediados de la década de 2000.
Diecisiete años después de ese momento decisivo y tras innumerables puntos de inflexión en su carrera, Katie y Jules han descubierto algo mucho más poderoso que el éxito en las listas: un espacio personal en la isla que constituye el corazón de su vida familiar y su expresión creativa, y que ha remodelado tanto su música como su mundo.
Sentados en el estudio de su casa, muy lejos de la escena artística de Manchester donde se cruzaron sus caminos por primera vez, la pareja irradia una profunda satisfacción, fruto de años de duro trabajo y reflexión. Lista para compartir su historia, Katie recuerda: “Llegamos aquí por primera vez para actuar en Ibiza Rocks allá por 2009. Pero fue dos años más tarde, cuando volvimos para ensayar en Sonic Vista, cuando supimos de inmediato que éste sería nuestro hogar para siempre”.
Su trayectoria hasta ese momento en 2009 había sido de todo menos típica. Tras el éxito arrollador de su debut, We Started Nothing, que alcanzó el doble platino y les valió nominaciones a los premios Brit, Ivors, MTV y NME, la mayoría de los artistas habrían apostado por los indicadores habituales de la fama: salas más grandes, presupuestos más elevados, todo a lo grande. Pero el dúo, quizá impulsado por la tranquila magia de Ibiza, comenzó a rechazar la intensidad de la fama. En su lugar, se inclinaron por la vulnerabilidad en lugar de la validación, eligieron la aventura en lugar de la aprobación y se labraron un camino totalmente propio.
“Compramos una pequeña caravana”, dice Jules con una sonrisa nostálgica. “El sueño era recorrer la costa estadounidense, llamar a las salas y decir: “Hola, estaremos en la ciudad la semana que viene, ¿queréis que demos un concierto?”. Nuestro agente tenía otras ideas y planeaba giras en salas con capacidad para 5000 personas. Pero lo rechazamos en favor de noches intensas y sin filtros en bares sin pretensiones y modestos locales pop-up, tocando para un público curioso que no tenía ni idea de lo que le esperaba”.
Esta pauta de priorizar la autenticidad sobre las expectativas llegó a definir tanto su verdadera identidad como el rumbo de su carrera. Después de la caravana vino un barco, inspirado en los aventureros de YouTube Sailing La Vagabond. “Lo mantuvimos hasta después de que naciera Meadow, nuestra hija”, dice Katie riendo, “¡pero la maternidad temprana viviendo en el agua no era precisamente el sueño que yo había imaginado!”.

Cuando Meadow tenía solo once semanas, finalmente hicieron las maletas y se mudaron a Ibiza, el lugar que sabían desde hacía tiempo que algún día sería su hogar. Se instalaron en una vieja casa en mal estado escondida en el interior de la isla, no muy lejos de las raíces familiares españolas de Jules. Lo que encontraron no fue sólo una nueva base, sino algo que habían estado buscando por todos los continentes: un espacio para ser ellos mismos y vivir con total libertad. “Ibiza es muy relajada, un poco bohemia, tranquila”, describe Katie. “Aquí puedes ser la versión de ti mismo que quieras ser. ¡Hay de todo!”
Ahora, el ritmo creativo de la isla late en su último álbum, Home, el primero en siete años. Lejos de las discotecas nocturnas y la escena electrónica que dan forma a la fama mundial de Ibiza, Katie y Jules encontraron la inspiración en algo inesperado: los suaves sonidos rockeros de iconos de finales de los 70 como Fleetwood Mac, Dire Straits, The Carpenters y The Eagles. “Aquí escuchamos mucho este tipo de música”, dice Jules. “Tiene un aire relajado, un poco californiano. Esa energía de viaje por carretera guió nuestro sonido”.
La historia del origen del álbum parece una rebelión silenciosa por hacer las cosas a su manera. “No sabíamos si volveríamos a salir de gira como The Ting Tings después de tener a Meadow”, explica Katie. “Pero no componíamos para nadie más, sólo por el placer de hacerlo”.
La pareja ha cumplido recientemente un sueño que tenían desde hacía mucho tiempo al tocar en Can Jordi Blues Station, un bar polvoriento y sin pretensiones escondido en San Josep. “Queríamos tocar allí desde el momento en que llegamos”, dice Katie con una sonrisa. “Actuar en el porche al atardecer fue algo íntimo, justo lo que necesitábamos. Pero, sinceramente, estamos deseando participar en festivales el próximo verano, estas canciones están hechas para ese escenario”.
Su idea del éxito ha cambiado desde sus primeros días en lo más alto de las listas. “La verdadera victoria es llegar a nuestro quinto álbum, disfrutar de la familia y construir una vida sana y sostenible”, reflexiona Jules. “La mayoría de los artistas se queman después de años de promoción y giras. No es una forma normal de vivir. Nos hemos mantenido con los pies en la tierra el uno al otro”.
De cara al futuro, están comprometidos con el ritmo lento que han forjado. “Ahora somos totalmente independientes, así que con el lanzamiento del álbum comienza el verdadero trabajo: crecer de forma constante y encontrar al público adecuado”, explica Katie. “Hemos aprendido una cosa: cuando llegan las canciones, hay que seguir componiendo”.
Una cosa está clara: The Ting Tings no están aquí para perseguir viejos éxitos ni seguir modas. Han tomado un camino diferente, definido por un crecimiento constante y una confianza tranquila. En un panorama obsesionado con los regresos y la reinvención, han optado simplemente por evolucionar a su manera. No intentan recuperar el pasado, sino construir algo nuevo moldeado por la libertad. Viviendo en una isla que exige lo mismo, han aprendido que el mejor trabajo surge sin presión, simplemente ocurre.
