¿Qué tienen en común un hermoso casco histórico levantado sobre el mar, un antiguo poblado fenicio, el ser vivo más grande del planeta, y un importante conjunto funerario? Efectivamente, todos se encuentran en nuestra mágica Isla Blanca, pero además todos fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO hace ya 25 años. El 4 de diciembre de 1999, Dalt Vila, Sa Caleta, las praderas de Posidonia Oceánica y la Necrópolis de Puig des Molins recibieron esta distinción por su importancia histórica y ecológica. Inicialmente, la candidatura fue impulsada por los propios vecinos de Dalt Vila y, aunque no prosperó, aquello fue el germen que impulsó la presentación de un nuevo proyecto en los años 90 con el apoyo del Ayuntamiento de Eivissa y de toda la sociedad ibicenca de la época.
Del catálogo de bienes reconocidos como tesoro universal, probablemente el más conocido sea Dalt Vila. Este imponente casco histórico cuyo nombre significa “la ciudad alta” fue fundado por los fenicios y conserva huellas de las grandes civilizaciones que pasaron por la isla, como cartagineses, romanos o árabes. Un imprescindible con un sinfín de callejuelas empedradas y rincones con encanto, donde se encuentran el Museo de Arte Contemporáneo (MACE), el Museo Puget, el centro de interpretación Marina Yabisa, Es Polvorí, el museo diocesano, el convento de los dominicos o la Catedral. Además, cuenta con preciosos miradores y baluartes y las únicas murallas renacentistas perfectamente conservadas de España. Diseñadas por el ingeniero Giovanni Battista Calvi y construidas en el siglo XVI a lo largo de más de 30 años por orden de Carlos I y Felipe II para defender la isla de los ataques piratas, las murallas son un impresionante ejemplo de la arquitectura militar renacentista y están representadas en el escudo de la ciudad.
Mucho menos conocido, el poblado de Sa Caleta es uno de los primeros asentamientos fenicios en el Mediterráneo occidental y su primera base en la isla en el VIII a.C. Redescubierto en la década de los 80, estuvo amenazado por el desarrollo urbanístico de aquellos años, pero la intervención de arqueólogos y, sobre todo, la posterior declaración de Patrimonio de la Humanidad, ayudaron a proteger y preservar este valioso asentamiento que proporciona información crucial sobre los primeros contactos culturales y comerciales en el Mediterráneo.
Las praderas de Posidonia Oceánica son esenciales para la conservación de la biodiversidad marina y son responsables de la incomparable transparencia que ha hecho famosas las aguas de Ibiza y Formentera. Planta endémica y pulmón del Mediterráneo, oxigena el mar, evita la erosión de la costa, sirve de cobijo y alimento a multitud de especies marinas y ha sido también un pilar básico en actividades tan importantes como la pesca o el turismo. Un verdadero tesoro natural que abarca una extensión de unos 650 km2 y tiene más de 100.000 años de vida, lo que lo convierte en el ser vivo más grande y longevo del planeta.
Por último, la Necrópolis del Puig des Molins cuenta con más de 3.000 tumbas fenicias, púnicas y romanas. A lo largo de los siglos, la necrópolis del Puig des Molins fue descubierta y redescubierta varias veces, debido a su extenso tamaño y su gran cantidad de tumbas escondidas. Su nombre procede de la existencia en su cima de molinos de viento centenarios, algunos todavía conservados y declarados Bien de Interés Cultural. La necrópolis ofrece una visión muy valiosa sobre las prácticas funerarias y la vida cotidiana de estas antiguas civilizaciones y cuenta con un interesantísimo museo para completar su visita.
El año de la declaración de Ibiza como Patrimonio de la Humanidad hubo grandes eventos y festejos en la isla. Ahora, 25 años después, el Ayuntamiento de Ibiza ha preparado un extenso y variado programa de actividades para celebrar el reconocimiento de la riqueza cultural y natural de Ibiza, y la importancia de preservarla para las generaciones futuras.