Las Islas Pitiusas siempre han tenido una relación amorosa con el alcohol, piedra líquida filosofal que estimula el ingenio y alegra el espíritu. Es cierto que viejos pescadores, payeses y contrabandistas nos dicen que antes se bebía mucho más, pero la tradición de brindar alegremente en el bar sigue siendo algo sagrado.

El Palo con Ginebra es un cocktail absolutamente isleño. Ideal a la hora del aperitivo, despierta el apetito y la imaginación en la mesa. Y qué decir del Suisse, mezclado con la absenta de Marí Mayans, cuyos resultados pueden ser tan contundentes como un directo de Mike Tyson, o tan gozosos como el beso encantado de un hada ibicenca. Junto con el Café Caleta (permite ver el Rayo Verde a la puesta de sol)  forman el trío de cocktails más clásicos de Ibiza y Formentera.

En los años Cincuenta comenzaron a venir muchos travellers in romance y también más cantidad de destilados. El swaschbuckler y gran bebedor, Erroll Flynn, navegaba en la goleta más hermosa del planeta dipsómano, la Zaca, y gustaba de brindar a cualquier hora del día o la noche. En el legendario bar Sandy´s pudo mostrar una variación del Daiquiri que le había enseñado Ernest Hemingway en La Habana. Hablamos del Papa Doble, que mezcla ron con los mágicos  pomelos de Buscastell. Erroll, como Hemingway, consideraba al azúcar como el peor enemigo del foie de un bebedor.

Tal vez por eso Erroll bebía sobretodo vodka. Y ahí tenemos el Bloody Mary, capaz de exorcizar la demoníaca resaca, capaz de resucitar al juerguista knock-out en una mañana que volverá a ser luminosa. Se puede hacer directamente en vaso o en un jarrón de la dinastía Ming. Pero yo lo prefiero en coctelera (agitándola a ritmo de La Vie en Rose) y, como me enseñó un gran barman, con unas ramitas de cilantro fresco que van de maravilla con el tomate.

El Dry Martini a la Ibicenca es algo asombroso. Me recuerda a la receta del escritor Somerset Maugham, cuyo sobrino Robin era asiduo de Ibiza. Se cambia el vermut por unas gotas de absenta “so the molecules lie sensually on top of the other”. La regla dice que dos son pocos y tres, demasiados.  Como avisaba Dorothy Parker:

I like to have a Martini

But two at the very most.

After three I´m under the table

After four I´m under my host.

El Negroni era otra copa favorita de los bares de Ibiza in illo tempore. Fue inventada por un conde florentino que juzgaba al Americano como una copa demasiado empalagosa. Le añadió ginebra y se hizo la magia.
Las medidas para cada copa dependen naturalmente del hándicap del bebedor. Si Aristóteles decía que vivir bien es mejor que vivir, yo mantengo que beber bien es mejor que beber.