¿Cómo es un gran fotógrafo? En nuestro sector hay muchos fotógrafos con talento que tienen buen ojo y un enfoque nítido. Pero, ¿qué es lo que convierte una imagen en una historia?
Quizá sea la capacidad de hacer que alguien se sienta cómodo delante de la cámara y se abra, de sacar a relucir su verdadera personalidad y dejar que brille. Esto es lo que Christian Angerer consigue con su forma de ser sencilla, empática y respetuosa.
Desde niños traviesos a guepardos salvajes, pasando por modelos o estrellas de Hollywood, el fotógrafo ubicado en Múnich ha captado cientos de rostros y estados de ánimo con su inconfundible estilo cinematográfico. Consiguió incluso que la leyenda del rock Sting preparara el postre italiano Zabaglione, ¡en medio del bullicioso tráfico muniqués!
«Siempre llevo mi cámara conmigo; cuando vas por el mundo con los ojos abiertos puedes encontrar inspiración en las cosas más pequeñas», explica. «Lo más importante es ser honesto con quien te encuentres y crear una relación de confianza. Si lo consigues, creas un nuevo espacio que te permite inventar historias nuevas y especiales».
Cabe destacar que el fotógrafo apenas utiliza Photoshop para perfeccionar el aspecto de sus retratos en posproducción, un enfoque muy poco habitual en la era de los filtros de Instagram y apps como Facetune.
«Cuando empecé como fotógrafo tenía claro que no quería crear esas caras de ‘muñeca Barbie’, o hacer fotos de personas reales y alterarlas tanto que ya no se pudiera reconocer a la persona. Para mí, las arrugas y otros rasgos personales como lunares u hoyuelos, son importantes para captar la esencia de quien está frente al objetivo», dice Christian. «Puede que elimine un grano o un trozo de comida que se ha quedado en la barba, pero sobre todo trabajo con luces y sombras en lugar de con Photoshop. Y a la gente le encanta verse así, como en una película».
Su inconfundible estilo cinematográfico ha sido reconocido tanto por compañeros de profesión como por grandes anunciantes. Ha recibido múltiples premios por su trabajo en la escena internacional, como el ADC y el Cannes Lions.
Resulta difícil de creer, con una larga carrera en el sector de los medios de comunicación, que Christian empezara a fotografiar «profesionalmente» hace sólo tres años.
A los veinte años, sus aventuras en el mundo de los ricos y famosos empezaron como DJ en la discoteca de rock Sugar Shake, frecuentada por figuras de la talla de Tina Turner y Freddie Mercury. Al mismo tiempo, también trabajaba en una emisora de radio dedicada a la música rock, M1.
«Terminaba de pinchar en la discoteca a las 5 de la mañana y empezaba mi programa matinal en la radio a las 6″, se ríe. Durante su tiempo en las ondas, entrevistó a grandes como David Bowie, Tom Petty, Dutsy Hill y Falco, todos ellos personajes fascinantes.
En 1990, Christian se dedicó a la publicidad para radio, televisión y cine, y aprendió a manejar una cámara de cine: rodó unos 1.700 videoclips, pero, como él mismo dice, «no me gustaba mi propio trabajo. El presupuesto era muy bajo y apenas había oportunidades de realizar ideas profesionalmente» y dejó la producción de vídeo de la noche a la mañana.
Por un golpe del destino, un conocido le prestó un equipo Sony, lo que hizo que Christian volviera a coger la cámara, esta vez para centrarse en la fotografía. Para progresar rápidamente en el campo de la fotografía, recibió clases de los mejores fotógrafos y coloristas. La gran diferencia entre la fotografía y la película es el flash fotográfico, que no existe en la película.
Christian crea un storyboard al estilo cinematográfico para cada rodaje. «No me gusta cuando los actores o modelos posan de manera aburrida», explica, «quiero contar una historia con cada foto que tomo que te cautive. El reto de la fotografía cinematográfica es captar la historia en una sola toma. Sólo un momento, un breve instante que capturas con luces y sombras: ésa es la magia».
A pesar de su implicación en esta glamurosa industria, a Christian le encanta la tranquilidad y la cercanía a la naturaleza de las que disfruta cuando visita las Islas Baleares. Formentera, en especial, le ha cautivado.
«Me encanta la tranquilidad absoluta y el aislamiento. Aunque trabajes 60 horas semanales, puedes levantarte temprano por la mañana e ir a correr por la playa. Aquí puedes estar tan cerca de la naturaleza y de ti mismo», dice. «Para mí, este aislamiento es un verdadero lujo».