Perplejos, descubrimos los materiales de la construcción original: tierra y cal. Parece un milagro que esos muros hayan podido sustentar el peso del edificio durante más de cinco siglos. Es uno de los momentos más soprendentes de la visita a las obras de remodelación de la iglesia de Jesús, en la que las arqueólogas Andrea Torres y Ángeles Martín nos desvelaron los interesantes descubrimientos fruto de los trabajos.
La iglesia está inmersa en una importante rehabilitación para proteger de las humedades del edificio el famoso retablo gótico del siglo XV de Rodrigo de Osuna que albergaba en su interior, una de las joyas del patrimonio ibicenco. El retablo fue restaurado hace un año, y ahora aguarda a que finalicen los trabajos para volver a casa: “Sabemos seguro que el retablo se hizo para la iglesia de Jesús, lo que no sabemos es por qué se encargó exactamente, probablemente para atraer aquí a los monjes franciscanos”. La obra de arte costó un dineral en aquel momento, pagado por la Universidad con un cargamento de sal.
De la construcción en tapial, esa mezcla de tierra y cal tan barata, se deduce que el templo original era muy humilde, y puede suponerse también que la bóveda original era de madera, pues es difícil que pudiera sostener el actual techo de marés. Otro detalle interesante en favor de esa teoría es que en la parte superior del retablo se ven dos mordidas en el marco que podrían haber servido para encajarlo en las vigas.
Andrea nos explica que a la construcción original rectangular se fueron añadiendo primero un prebisterio que se realizó usando en parte la antigua casa parroquial, de la que aún se conserva un arco y parte del techo, y luego varias capillas, todas diferentes. Una de ellas conserva esos azulejos valencianos de moda en el siglo XIX y que todavía pueden verse en iglesias como la de Sant Jordi o San Antonio. En capiteles y pilastras hay restos de policromía que chocan con esa idea que tenemos tan arraigada del blanco en las iglesias ibicencas, y, ya en el exterior, podemos observar unos refuerzos de “espina de pez”, técnica del siglo XVI que también se usaba en torres de defensa.
Andrea transmite una pasión desbordante revelando estos hallazgos, “para mí este trabajo no sirve de nada si no se explica, por eso la gente a veces ve la arqueología como algo negativo, una molestia”. También recalca que es insólito en Ibiza tener la oportunidad de estudiar tan a fondo un edificio de estas características del que además no se sabía casi nada. En octubre está prevista la publicación del estudio en que ahora se hallan inmersos y la intención es convertir la iglesia en un espacio museizado que incluirá, si las administraciones acceden, un modernísimo modelo en 3D de la misma, algo totalmente innovador en España. Toda una suerte, porque tal y como sentencia Andrea: “Como la habéis visto ahora no la vais a ver más, por lo menos 100 años va a estar tapada”.