¡Vaya!, los últimos dos meses han sido algo pesados para nosotros aquí en la isla. El aire se detuvo, y no sólo eso, sino que también era extremadamente caliente. Mi piel estaba pegajosa a cada momento del día. La brisa de la noche no existía este año, en ninguna parte. Pasé la mayor parte de agosto descalzo, y me duché más veces de lo que puedo recordar. Mi accesorio más codiciado era un ventilador de mano. Sin él, me sentía como si me estuviera ahogando en el calor.

Las ventas de los ventiladores en las casas aumentaron y las empresas de instalación de aire acondicionado estaban sobrecargadas de trabajo. Mis gatos y mi perro se pasaban el día intentando moverse lo menos posible, y a mediodía no podía faltar la «siesta». Todo el mundo en toda la isla hablaba acerca del calor que estábamos teniendo y todos estábamos de acuerdo. Las piscinas estaban calientes y mi único alivio era tirarme desde las rocas al mar.

Mientras que escribo este artículo me doy cuenta de que hoy es el primer día en que el aire es más fresco y de que corre una ligera brisa. Y todo porque por fin llovió, no mucho, pero lo suficiente para limpiar el aire. Fue maravilloso y lo disfruté, al igual que la gente que salió y también disfrutó de la brisa mientras cenaban felizmente.

Pero por mucho que hable sobre el tiempo, la razón principal por la que escribo esto es para hablar de un hombre que vive del mar y toma decisiones de acuerdo a las corrientes y el clima. Su nombre es Cándido Ramón Noguera, un verdadero ibicenco nacido y criado en esta isla. Es pescador, su padre fue pescador, su abuelo fue pescador y su bisabuelo fue pescador también. Y su querida madre vendía el pescado. Es uno de los pocos pescadores restantes, si no el último, que todavía tiene su casa familiar en Sa Penya, antiguo pueblo de pescadores de Ibiza.

Con orgullo me dice que es ibicenco pero que también habla castellano. Es encantador hablar con él y se ríe porque piensa que aquí en la isla todo el mundo está interesado en la pesca, «Como los jamaicanos bailando reggae en Jamaica», se ríe. Me cuenta que depende de la hora del día, las corrientes y el clima, así pescarás. Explica que cada mes hay una semana de mala pesca y que se relaciona con la luna creciente o menguante.

Luego me dice que nunca sale cuando hay tormenta, y añade: «El cementerio está lleno de valientes pescadores, ya sabes». Ha visto enormes mantarrayas, tiburones e incluso una ballena una vez cerca de Formentera. Le pregunté si pensaba que el mar tiene ahora menos peces que antes y me diceque  llevan diciendo eso desde hace 20 años.

Tiene un «Llaut Menorquín», un emblemático navío que usan muchos pescadores en las Baleares. Cándido tiene una buena vida, sale a navegar todos los días seguido por gaviotas, a través y más allá de los mega yates, sin fijarse en ellos, disfrutando del perfil de la ciudad de Ibiza que aún permanece prácticamente inalterada, y a medida que le hablo y escucho su voz amable, me doy cuenta de que es mucho más feliz que la mayoría de la gente que conozco.

Tiene una gran cantidad de conocimientos y experiencias que ni siquiera sabe que los tiene. Algunos podrían decir que, a pesar de todo, sólo es un pescador.