A unos sesenta kilómetros por hora, el joven de veintiséis años toma la curva del puente que termina justo a la entrada de Santa Eulària. Tal vez le haya dedicado un fugaz vistazo al valle del río, con sus edificios descoloridos. Nada hay que le invite a detenerse y dirigir su mirada al pasado; nada que le inspire a dar rienda suelta a sus pensamientos y revivir la época en que los mulos y caballos cruzaban el puente a diez kilómetros por hora tirando de las carretas para llevar la harina a los habitantes de la ciudad.

«Con la fuerza del trigo y de las vitaminas esenciales.» Estas palabras impresas en un envoltorio de pan del supermercado de Santa Eulària le recuerdan finalmente al joven de veintiséis años dónde se fabrican los productos de panadería. ¿Por qué debería importarle que hoy baste con ir al supermercado más cercano o a la panadería de la esquina para poder comprar una libra de pan, cuando hace doscientos años se necesitaban varios días para cocer unos pocos panes, para lo que previamente se debían sembrar y recolectar los cereales y luego separar el grano de la paja con la ayuda de un mazo? Sin embargo, si volviese a cruzar el puente a finales de diciembre, tal vez se detendría para sumergirse en otros tiempos.

IBIZASTYLE_CANPLANETES-006Por fin, en ese momento podría contemplar en su estado original el molino «Can Planetes», situado en el valle fluvial. Los historiadores suponen que los primeros pobladores que se establecieron en Ibiza fundaron asentamientos a orillas de este río en la actual área urbana de Santa Eulària. Las aguas del río fueron aprovechadas por varios molinos hasta el siglo XX, antes de que el caudal se redujese de forma lenta pero constante como consecuencia del aumento de la población y de la consiguiente demanda de agua. Desde el punto de vista agrícola, la región que rodea a Santa Eulària, situada en la zona oriental de Ibiza, constituye una de las zonas de cultivo más importantes de las Baleares.

«Se trata de un proyecto emblemático. Al fin y al cabo, el río desempeña en este territorio un importante papel y el trigo constituye la base de la alimentación de los habitantes de la zona», señaló Vicent Marí, alcalde de Santa Eulària, cuando el pasado 5 de junio colocó en el suelo una tinaja llena de trigo y agua que hacía las veces de primera piedra simbólica. Esta rehabilitación forma parte del «Plan E» de la ciudad para la creación de puestos de trabajo, financiado por el gobierno central con 600.000 €. El molino y la casa de campo Can Planetes se transformarán en un museo al aire libre que mostrará a los ojos de los visitantes la antigua forma de vida de los habitantes de la cuenca fluvial. El molino de Can Planetes, también conocido como «Molí de Dalt», documentado desde la llegada de los catalanes en 1235, se abastecía con el agua del río. Hace varios meses, el Ayuntamiento de Santa Eulària compró estos terrenos y encargó la restauración a una empresa. Dicha empresa, especializada en la renovación de edificios pertenecientes al patrimonio cultural, reforzará los muros, volverá a incorporar la estructura de madera de sabina, reproducirá el suelo original de barro y piedra natural y equipará con electricidad y agua corriente a la casa, que se utilizará posteriormente para exposiciones y otros eventos culturales. Y como mandan los cánones pageses, se encalará la fachada. El director del proyecto es el arquitecto ibicenco Juan José Serra. Serra ya fue el encargado de los trabajos de renovación del Molí S´Olivera en Puig d´en Valls.

También las acequias se devolverán a su estado original, de forma que el molino podría volver a moler a finales de diciembre. Sin embargo, el agua del río no pasará de nuevo por las ruedas del molino, ya que en este lugar el lecho fluvial ha terminado por secarse por completo. Tal y como nos anunciaban fuentes del gobierno municipal, se está considerando utilizar el agua de la planta desalinizadora para consumir el mínimo de aguas subterráneas posible.

«Creo que este lugar, situado bajo el Puig d´en Missa, que es de por sí un verdadero foco de atracción para los visitantes, resulta ideal para la construcción de un museo al aire libre y un gran parque que anime tanto a los turistas como a los residentes a pasear o a montar en bicicleta», afirma Vicent Marí mientras cubre con la última palada de tierra la vasija (la primera piedra, portadora de suerte).

Además, está planeada la creación de una ruta que lleve a los distintos elementos declarados Patrimonio Cultural. La ruta uniría el molino con «La font de Sa Lluna», conocida por sus leyendas míticas, y con el no menos legendario puente «Pont Vell». En especial, conviene no perder de vista este pintoresco pueblo insular la noche de San Juan, entre el 23 y el 24 de junio: cuenta la leyenda que bajo el «Pont Vell» brota del suelo una planta que el transeúnte debe coger rápidamente, meter en una botella y cerrarla inmediatamente, ya que la pequeña planta vuelve a desaparecer con la misma presteza con la que ha crecido. Lo que atrapa realmente es un fameliar (un duende), que chilla sin cesar: ¡Feina o menjar! (¡Trabajar o comer!) Así, habrá atrapado un trozo de leyenda y tal vez se sorprenda a sí mismo unos meses más tarde moderando la velocidad sobre el puente, porque aquí se le ofrece una mirada a la historia ibicenca, y podrá comprender que la isla no sirve solamente para transitar de noche por las casas, sino también para recorrer sus épocas históricas.

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