Peter Fischer es una de esas personas que ha luchado valientemente contra la xenofobia durante décadas, en especial contra el partido alemán de extrema derecha AfD, y sus mediocres simpatizantes. El jefe del Eintracht Frankfurt, ganador de la Europa League, aprovecha para ello su condición de figura pública, sacrificando su intimidad y la de su familia, cuya protección es prioritaria para él. En febrero de 2024 dejará el cargo para dedicar más tiempo a sus seres queridos y a su pequeño paraíso en Ibiza. He hablado con Peter, de 67 años, sobre autenticidad, actitud y lo que realmente importa en la vida.

«Sólo puedo mostrarme como soy», responde Peter Fischer ante mi asombro por lo amable y servicial que fue conmigo durante nuestro primer encuentro en el Eroski City Center, entre la rotonda de Marina-Botafoch-Talamanca y el cruce de Jesús.

Mientras pagaba en la caja, mantuvimos una animada charla sobre el triunfo en los cuartos de final de la Copa, sobre la belleza de la isla y su amor por ella, y nos reímos por las verduras que había olvidado pesar. Luego, escribió con un boli que le prestó la cajera su número de móvil en la única tarjeta de visita que tenía, y comentó que debíamos planificar bien nuestra reunión, ya que tiene que ir al médico casi todos los días por problemas en el pie. Una conversación extrañamente agradable entre dos personas que nunca se habían visto antes.

«Tanto si se trata de mi actitud sociopolítica, mis valores o mi posición ante el Eintracht, soy auténtico. Una presidencia solo es un título temporal”. Una persona como Peter Fischer ha aprendido algo en su vida, honradez y decencia, por ejemplo. “Cosas que para mí son evidentes y que, sencillamente, no puedo dejar en el vestuario».

Pronto queda claro que el exitoso emprendedor, al que la popular Dunja Hayali invitó el 15 de mayo de 2023 a presentar la despedida del programa estrella de la ZDF «Das Aktuelle Sportstudio» tras 41 emisiones en cinco años, tuvo un duro aprendizaje vital.

«He esquivado este tema durante 25 años, Sascha, pero te lo contaré». Peter toma aire. «Perdí a mi padre a los ocho años, mi madre se volvió a casar y no fui adoptado. Hubo muchas cosas en mi infancia que no fueron buenas, pero no tiene sentido preguntarse constantemente el porqué y pensar en lo injusto que fue todo. En un momento dado tienes que hacer acopio de fuerza, energía y cabeza para ser mejor, y no (Fischer se pone enérgico) ahogarte en una miserable autocompasión».

Afirma que hay mucha gente que vive en el pasado, sin estar atenta al presente y a los cambios, ni pensar con perspectiva. «Intento influir como puedo aquí y ahora, mi opinión se basa en la actualidad. Por supuesto, hay pasados que hay que recordar siempre para combatirlos, como el cruel Tercer Reich», afirma Fischer con vehemencia. Su lucha contra la AfD es tan ejemplar como desinteresada; sus contrincantes son muy inferiores a él en cuanto a argumentación y carisma, y por eso le atacan de forma anónima en la red o con falsas acusaciones con efecto mediático.

 

Como un alto funcionario local que hace poco abrió una investigación contra Fischer por supuesta posesión de cocaína, y fue suspendido de su cargo con efecto inmediato tras un infructuoso y humillante registro domiciliario hecho público.  Esta absurda denuncia se archivó, igual que otras muchas anteriores. Por ejemplo, cuando Klaus Herrmann y Robert Lambrou, portavoz estatal de AfD de Hesse, presentaron cargos criminales contra Fischer por injurias, difamación y calumnias. Razonamiento: nadie debe verse favorecido o perjudicado por sus opiniones políticas (Ley Fundamental 3.3), algo que se aplica especialmente a ámbitos no políticos, como el deporte. La fiscalía archivó las diligencias previas en referencia a la libertad de expresión.

«Peter Fischer como persona privada no ha existido durante mucho tiempo porque hago lo que creo que es correcto, de forma pública y coherente. Por supuesto, tengo que mantenerme firme, aunque muchas veces duela. Pero tengo el apoyo de mi familia, que me recuerda lo emocional y empático que soy. Que antes saliera de fiesta, no quiere decir que lo siga haciendo a los 67 años. Es desconcertante cuando la gente habla en público sobre mis supuestas fiestas hace veinte años; o sobre un Porsche que no tengo. Hace años que no piso un club, hace mucho que soy feliz cuando estoy en casa descansando, con mis seres queridos, patatas fritas y chocolate a mano. Eso es la felicidad para mí. O cuando estoy en mi querida Casa Munich Ibiza, donde he encontrado un pequeño paraíso, un lugar de ensueño donde puedo conocer a personas encantadoras con las que me lo paso en grande».

Fischer alaba la originalidad de Ibiza: «Me encantan los sitios donde gente de todos los estratos sociales se reúne en algún lugar del campo o en la playa, alrededor de una gran mesa con paella y una botella de vino, sin precios desorbitados. Bar Anita, por ejemplo, en San Carlos, o el chiringuito de Aguas Blancas».

Con los ojos brillantes, dice: «¿Sabes lo que hago a menudo, Sasha? Compro un pollo asado, una baguette, vino blanco, agua, unas latas de Coca-Cola y me voy con los amigos a un sitio bonito en la naturaleza, de los muchos que hay sin masificar. Nos comemos el pollo con las manos y al atardecer nos alegramos del bonito día que hemos pasado juntos. Me hace mucho bien y me recuerda a mis primeros días aquí, que empezaron cuando mi amigo y yo buscamos el destino más barato de España en 1972 y volamos hasta allí: Ibiza».

 

Related Posts