Hace ya ocho años que visita Ibiza el actor Jürgen Vogel, conocido sobre todo por sus papeles marginales y galardonado a nivel internacional en multitud de ocasiones por sus excelentes interpretaciones. Aquí, «Aguas Blancas» se ha convertido en un segundo hogar para él, donde se aloja varias veces al año –en esta ocasión también vendrá en invierno– en el «Arenal d’Or«. Éste es un entorno ideal donde puede desconectar de sus casi siempre exigentes papeles y reponer energías. El actor ha tenido la amabilidad de dedicar parte de su tiempo a una entrevista en exclusiva con IBIZA&FORMENTERA.

J.B. Con sólo quince años ya rodaste tu primera película. Después, en la escuela de interpretación de Munich no aguantaste más que un día.
J.V. De aquélla, en las escuelas de interpretación todo estaba mayoritariamente orientado hacia el teatro, y en realidad hoy en día sigue siendo así. Yo estaba convencido de que no quería hacer teatro, sino cine.

J.B. ¿Desde el primer momento?
J.V. Sí. Había participado en un rodaje por primera vez, y ya entonces lo tenía todo claro: si había algo que merecía la pena, ¡era eso! Nunca me he visto a mí mismo en el mundo del teatro. Y en la escuela –hablamos del año 1985-1986– prácticamente todo giraba en torno al teatro. Hasta diría que el cine tenía una cierta mala fama. Cuando comentabas que querías dedicarte al cine, la gente lo interpretaba como algo más bien negativo. Eso ahora ha cambiado un poco. Hay escuelas que también hacen cursos de cine y talleres donde puedes aprender algo sobre el trabajo con la cámara… no obstante, aún no existe una escuela de interpretación cinematográfica como Dios manda.

J.B. ¿Cómo se llamaba aquella primera película tuya en la que salías con 15 años?
J.V. Era «Kinder aus Stein» («Niños de piedra»), con Nadja Brunckhorst, que había hecho de Christiane F. en «Kinder vom Bahnhof Zoo» (“Yo, Cristina F.”), y yo hacía el papel de un chico de la calle. Eso sí que fue una suerte: pura casualidad. A partir de ahí ya tenía clarísimo lo que quería hacer, costara lo que costara.

J.B. Y luego te fuiste a Berlín, ¿no?
J.V. En realidad me marché a Berlín sólo para librarme del ejército. Quería empadronarme allí y luego volver, pero cuando llegué a la ciudad en 1985 comprendí que ya no quería marcharme de allí. Fue una época inolvidable. Era como una especie de isla, había un feeling muy especial.

J.B. Pues sí que era una isla «cerrada», sí…
J.V. (risas) Sí… ¡muy pero que muy cerrada!

J.B. Allí viviste una temporada con Richy Müller…
J.V. Vivimos juntos unos dos años y medio en una de las «comunas» que había por aquella época. Luego me independicé, me lié la manta a la cabeza y me fui a vivir solo. Para no tener que trabajar en series –en aquella época ya había bastantes ofertas para series de televisión, yo era muy joven y andaban a la caza de nuevos talentos–, entraba a trabajar siempre en alguna cocina para poder sobrevivir… Además, así, nunca me quedaba sin nada que llevarme a boca. (risas) Con el austríaco me ponía ciego de postres, ¡estaban de muerte! Lo cierto es que no quería hacer series, luego se queda uno ahí apalancado por los siglos de los siglos.

J.B. A menudo haces papeles marginales con mucha carga social en los que dejas salir tu propia personalidad sin tener que fingir mucho.
J.V. Para mí, la interpretación ha sido siempre una especie de estudio sobre la vida normal. Intento meter eso en el cine para que lo que haces allí tenga un efecto real y no se quede en el ámbito teórico y artístico. Eso siempre ha sido fundamental para mí. A mediados de los 80, principios de los 90, hice bastantes telefilms de crítica social en los que interpretaba a jóvenes criminales. Creo que logré cambiar un poco los clichés que se relacionaban siempre con estos personajes.

J.B. ¿No hay que ser extremadamente disciplinado para hacer esos papeles? ¿No te entraba miedo de volverte loco?
J. V. Bueno, una vez tuve una etapa en la que estaba hasta las narices. Estaba interpretando a un yonqui para un telefilm bastante duro –»El pirata», se llamaba–, y rodamos ocho semanas con yonquis auténticos. Entonces comprendí que si sólo hacía ese tipo de papeles me iba a volver loco de verdad.

J.B. Cuando terminas un trabajo así, ¿cómo te relajas?
J.V. En comedias, a menudo también en películas policíacas. Eso suele relajarme, porque se rigen por patrones bien definidos donde está muy claro cuándo, cómo y por qué se desarrolla una trama y cuándo se resuelven las cosas de nuevo. Es como un trabajo artesanal al que luego puedes dotar de vida. Lo mismo ocurre con las comedias: también me gustan, porque suelen estar muy bien escritas. Me lo tomo un poco a modo de vacaciones.

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J.B. ¿Ibiza también sirve para relajar?
J.V. (risas) ¡Sííí! Cuando vine aquí por primera vez tenía 16 años. Eran las primeras vacaciones de mi vida, y me vine solo 4 semanas. Tenía la posibilidad de quedarme con un amigo artista que vivía en San Juan, y así salí adelante, gorroneando… Dios, pero si de eso hace ya 24 años… Aquello sí que era una pasada. Luego, sin embargo, perdí un poco el contacto con Ibiza.

J.B. Ahá, pero después retomaste en algún momento tu relación con Ibiza, ¿no?
J.V. Hará unos ocho años llegué de casualidad aquí, a «Arenal d’Or» y me dije: ¡impresionante! Desde entonces, vuelvo todos los años.

J.B. Has comentado antes que nunca quisiste hacer series. Sin embargo, acabo de leer que te vas a incorporar próximamente a la «Schillerstraße». ¿Eso no es una serie en toda regla?
J.V. Bueno, para mí una «serie» es más bien una serie de televisión en la que se repiten constantemente las fórmulas, algo parecido a las series policíacas.

J.B. ¿En «Schillerstraße» hay más improvisación?
J.V. Ahí está el quid, eso me encanta. Tras 25 años trabajando en el cine, me preguntaron si lo quería hacer. Entonces vi un par de capítulos, aunque en realidad ya conocía la serie. En mi caso, la improvisación no es algo completamente nuevo, porque ya la he utilizado en películas, pero sí es algo que me parece divertidísimo. Cuando hay una buena combinación de gente y las cosas funcionan, puede salir algo con mucha calidad. A veces a lo mejor no se acierta tanto, pero tampoco es tan grave, porque le aporta al resultado esa vivacidad tan especial. En principio, voy a hacerlo durante una temporada. Son 24 capítulos repartidos en todo el año. A fin de cuentas no son más que 24 días de trabajo, tampoco es tanto. Antes hacían mucho más, hasta 40 o 45 entregas: eso ya me parecería demasiado. Pero, bueno, 24… ¡seguro que me lo paso genial! Es algo que me va muy bien, porque siento una gran curiosidad por probar algo así. Las cosas deben cambiar, también en mi vida.

J. B. ¿Sólo por el placer de hacer algo distinto?
J.V. Sí, sin duda. Ya me había pasado algo parecido con la música. Me lo pasé en grande haciendo algo nuevo para mí y disfrutando quizá de esa felicidad que sientes al poder vivir un pedacito de vida nueva. Así que también tengo muchas ganas de probar algo nuevo dentro de mi especialidad. ¡Me hace mucha ilusión!

J. B. Acabas de hablar de hacer música… Alguna vez has comentado que lo que más que gustaría sería mudarte algún día a Ibiza, comprarte una casa y dedicarte a la música. ¿Cuál es el estilo que más te atrae?
J.V. Ya había hecho alguna incursión en el terreno musical al producir la película «Keine Lieder über Liebe» («No más canciones de amor»), donde también participé como actor. Entonces creamos un grupo en plan música indie alemana. Todos los componentes del grupo éramos de Hamburgo y de la misma generación –les tengo un enorme cariño y admiración–, y estuvimos de gira tres semanas y media y rodamos de manera espontánea una película con 3 cámaras y sin guión. Luego hemos vuelto a hacer alguna gira, la última hace casi un año. Entonces se me ocurrió –porque conozco bastante bien a Campino, que tiene una casa cerca de aquí– que estaría muy bien venir durante el otoño y dedicarse a producir discos rodeado de esta verdadera tranquilidad, aunque es cierto que hay un par de tiendas y restaurantes excelentes. También encontrarse aquí con algún músico… Luego, durante el proceso de desarrollo ir un rato hasta el mar… Bueno, sería auténticamente ideal. En cualquier caso, bastante mejor que Berlín o Hamburgo.

J.B. ¿Tienes previsto volver también en invierno?
J.V. Sí, tengo ganas de venir cuando no haya tanta gente, dar una vuelta en quad por los alrededores y relajar un poco la cabeza. También tengo pensado escribir un guión aquí junto con un amigo, porque éste es un sitio ideal para desarrollar ideas y relajarse al mismo tiempo

J.B. ¡Muchas gracias por la entrevista!

Esta entrevista con Jürgen Vogel (J.V.) ha sido realizada por el editor, Jürgen Bushe

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